miércoles, 15 de julio de 2009

Cuento volador


Mensajes al viento. María Luján Barone

Esto que les voy a contar no es un invento ni puro cuento, sólo es la historia de un viento que cambió con el paso del tiempo.

Espuma, era una nube que de joven trabajaba como secretaria del señor Aire, Jefe Supremo del Cielo. Era una especie de "cadete", cumplía con los mensajes y recados. Además se llevaba muy bien con sus compañeros de oficio, los nubarrones y los pajaritos. Pero el empleado más eficaz y dinámico era el Sr. Viento. El nunca faltaba cuando le tocaba trabajar. Sr. Viento no trabaja todos los días sino de vez en cuando, por ratitos o ratotes… Según, porque si había muchas cartas en su buzón pidiendo que trabaje, él cumplía horas extras. ¿Saben quiénes le escribían más mensajes al Viento? Ustedes, los niños, pidiéndole que sople y sople cada vez más fuerte, para que sus barriletes se eleven como golondrinas y recorran toda la ciudad… para que sus avioncitos de papel rápidamente remoten el vuelo… para que sus veletas giren y giren sin parar… para que jugando les despeine el cabello y los haga correr y revolcarse por el pasto buscando su sombreros. Por suerte, Sr. Viento era tan bueno que jamás se negaba ante estos tiernos pedidos y con aire puro y limpio se disponía a trabajar. Soplaba, soplaba y soplaba, y no dejaba de hacerlo hasta que conseguía que el Sr. Aire se moviera y bailara junto con él. Cuando esto pasaba, en el cielo se armaba una gran fiesta… ¡hasta las nubes acudían de contentas! Entonces, todos los niños de la tierra saltaban de felicidad agradeciéndole a su amigo todo su esfuerzo.- ¡Sr. Viento! ¡Sr. Viento! ¡¡Gracias!!, gritaban todos juntos esperando que el desde allá arriba los escuchara.¡Que feliz se sentía Sr. Viento con tan cálido premio!- Trabajar así… ¡sí que vale la pena! Pensaba él.

Pero lamentablemente, con el paso del tiempo, las cosas cambiaron. Con el auge de los automóviles, los colectivos, las motocicletas y los taxis, junto con las fábricas, las industrias y todo lo que las grandes ciudades y la "vida moderna" representa, llegó la contaminación. Hoy el Aire ya no es el mismo, y el Viento tampoco se ve igual. Quien habían sido el mejor amigo de los chicos, limpio, puro y sano… ahora estaba convertido en un nubarrón negro aplastante, al que no llamaban más (con voz tierna y dulce) "Sr. Viento" ni "Sr. Aire", sino que habían rebautizado con el nombre de "Smog"… una palabra tan extraña que a muchos asustaba pronunciarla, temiendo quedar encantados por el hechizo de las cuatro macabras letras.

Ante tantos cambios Sr. Viento (yo todavía insisto en llamarlo así, por que guardo en mis recuerdos la imagen de aquel viento que de pequeña me hacía reír) se desesperó, entristeció y enmudeció… Y como el dolor era tan fuerte, se sintió destruido. Su corazón no lo pudo soportar y se partió en mil pedazos.… El pedazo más grande, valiente y decidido, conservaba aún la firmeza y el empuje de aquel viento que yo conocí. Decidió irse a soplar a otra parte donde aún lo siguieran llamando "Sr. Viento" y… silbando bajito, se marchó.

En el campo se instaló, y allí prosperó. Los pedacitos que se quedaron, se unieron para soplar juntos. Entonces, Sr. Viento volvió a trabajar –como siempre tan cumplidor– sin rezongar o quejarse. Pero yo, que lo conocí en su esplendor, les aseguro que jamás volvió a soplar con las mismas ganas que en aquel tiempo, nunca más volvió a formarse en su cara una sonrisa hecha de nubes.Y colorin colorado...

1 comentario:

  1. Gracias por elegir este cuento para publicar en tu blog!!! Muy linda sorpresa encontrarlo. Un abrazo desde Buenos Aires. María Luján Barone (marilubarone@gmail.com)

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